Minutos musicales 17/04/2024

Nos creemos que eso de las «cañitas» es cosa de la «modernidad líquida» (parafraseando a Bauman), pero sabed que salir de birras con los amigos viene ya de antiguo. Mirad si no lo que le sucedió al músico de hoy, el compositor inglés del barroco Henry Purcell, de quien dicen que un día de noviembre de 1695, a la edad de 36 años, le dijo a Frances, su mujer, que iba a salir esa noche a tomar unas cervezas con los colegas, ella le regañó, se resistió a aceptarlo, pero él le dijo que volvería pronto… y le dieron las tantas. Cuando regresó a casa se encontró con la puerta atrancada, llamó a su esposa para que le abriese pero ella, enfadada, no quiso hacerlo y él, con la irracionalidad que aporta una tajada como un órgano de iglesia, se quedó al raso, apoyado en su puerta hasta la mañana siguiente, lo que le propició un enfriamiento agudo que le llevó a la muerte en la cumbre de su fama. Fue enterrado en la misma abadía de Westminster de la que era el organista principal desde hacía trece años, debajo del instrumento con el que deleitaba a quienes venían a escucharlo. No sé qué puede pesar ese órgano, pero suficiente para impedir que volviese a salir de cañas.

De Henry Purcell propuse hace dos años escuchar su Rondó, de la música incidental Abdelazer o la venganza del moro, hace hoy justo un año sugerí la muy bella Chacona para flautas, de su semiópera Diocleciano, y para hoy he preferido un barroquismo musical aún más intenso con este fragmento de Una nueva melodía irlandesa (Lillibullero), Z.646, interpretada al clave y viola da gamba, para traernos imágenes mentales de cuatro siglos atrás.